El ejercicio físico regular también es bueno para el “hígado graso”

Una de las consecuencias de la resistencia aumentada a la insulina, propia de quienes padecen diabetes tipo 2, es el depósito excesivo de grasa en el hígado.


Una de las consecuencias de la resistencia aumentada a la insulina, propia de quienes padecen diabetes tipo 2, es el depósito excesivo de grasa en el hígado. Incluso el síndrome metabólico, que comparte con la diabetes tipo 2 la elevación de los niveles de insulina en sangre por el mal aprovechamiento de la insulina en los tejidos (insulinorresistencia), tiene como uno de los elementos constitutivos la existencia de “hígado graso”, que los médicos denominan esteatosis hepática.

Como el hígado es un órgano muy activo, que cumple múltiples y diversas funciones, si parte de su estructura se ve ocupada por grasa pueden producirse otros fenómenos que llevan a inflamación, aparición de fibrosis y, en suma, a su alteración funcional.

Por este motivo, el hígado graso que puede diagnosticarse por una ecografía convencional de la zona abdominal, se busca y se trata, particularmente entre los diabéticos. Es por eso también que en los pacientes en los que se detecta grasa en exceso depositada en el hígado al realizar una ecografía se indica la realización de un hepatograma (análisis sanguíneo que estudia el funcionamiento del hígado) e incluso -en algunos casos- una biopsia del hígado, para confirmar si sólo se acumuló grasa o ya existe algún otro trastorno agregado.

Recientemente, un grupo de investigadores de la John Hopkins University (Baltimore, EE.UU.) presentó una experiencia en la cual se demuestra que la realización de ejercicios físicos con regularidad, en pacientes con diabetes tipo 2 e hígado graso, logra reducir el contenido de grasa en el hígado hasta en un 40%. La experiencia estadounidense se llevó a cabo en 70 diabéticos tipo 2, de ambos sexos, la mayoría de los cuales presentaba sobrepeso. Ellos fueron invitados a participar en un programa de actividad física de 6 meses de duración, semejante a un programa de ejercitación física cardiovascular. Para constatar los cambios en el hígado, los especialistas llevaron a cabo estudios de resonancia magnética.

Los cambios favorables se observaron en el grupo de pacientes que practicaron ejercicios físicos moderados, incluyendo 45 minutos de carrera en cinta, con máquinas escaladoras o bicicleta fija durante 45 minutos, 3 veces por semana. Estos hallazgos no se observaron en el otro grupo, que no recibió un programa de entrenamiento físico especial.

La realización de este programa de ejercicios físicos no sólo benefició el problema hepático de los participantes, sino que colaboró para obtener mejor control glucémico, descenso de peso y reducción de la grasa localizada en el abdomen (obesidad central), resultados que se traducen en una reducción del riesgo cardiovascular.

Una vez más, se comprueba que la realización de actividad física, moderada pero en forma regular, beneficia ampliamente al diabético, de modo que no sólo es una medida terapéutica (como la mencionada en el caso del hígado graso), sino también una verdadera conducta preventiva.

Si le faltaba algún argumento para iniciar ese postergado proyecto de iniciar un programa de actividad física, ahora no lo dude más. No deje pasar más tiempo, no sólo evitará complicaciones de su enfermedad, sino que mejorará su autoestima y su calidad de vida.

Editora Médica Digital, octubre de 2008

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