Son muchas las personas interesadas sobre el tema de la salud y las enfermedades que conocen lo que tradicionalmente era casi como un axioma: existen 2 tipos de diabetes, la que aparece en la infancia o la adolescencia y la que aparece en el individuo adulto o ya mayor. En el primer caso, el tratamiento es siempre la aplicación de insulina como modo no sólo de evitar complicaciones sino de preservar la vida. En el segundo caso, la llamada diabetes del adulto, los tratamientos son siempre la dieta y las pastillas o hipoglucemiantes. En muy pocos casos, los pacientes podrían llegar a necesitar insulina y siempre era de manera transitoria.
Desde hace un tiempo se sabe que este viejo principio, que incluso muchos médicos grandes aprendieron en la Facultad, es en gran medida una falacia. En efecto (y este es el cambio que debe conocerse), la diabetes conocida como diabetes del adulto, ahora designada como diabetes 2 o tipo 2, en primer lugar, no sólo afecta a los adultos sino que día a día crecen los casos de niños afectados. En segundo término, no se trata de una entidad en la que la insulina no juega ningún papel en su tratamiento, sino por el contrario cada vez más se señalan los beneficios del empleo de este agente terapéutico, con ciertas indicaciones precisas.
La insulina en los diabéticos tipo 2
Diversas experiencias provenientes de centros especializados en diabetes sostienen que el empleo precoz de insulina tiene un efecto muy favorable para lograr el rápido control del desequilibrio metabólico, y permite que posteriormente un número importante de diabéticos tipo 2 puedan mantener el control de su enfermedad con dieta y actividad física. El fundamento de esta conducta sería mantener en reposo a las células beta del páncreas (que son las que elaboran normalmente la insulina que circula en nuestro organismo); al administrar insulina exógena disminuye la necesidad de que estas células produzcan insulina, y este “reposo” permitiría una recuperación posterior, con los beneficios señalados en el control ulterior de la enfermedad.
Este tipo de propuesta terapéutica difiere con la tradicional de utilizar exclusivamente tratamientos por vía oral mediante comprimidos de medicaciones denominadas hipoglucemiantes orales, dejando la insulina para casos en los que la diabetes ya no responde más a los agentes orales. Ya desde hace un cierto tiempo los especialistas no dudan en indicar insulina a diabéticos tipo 2, cuando la primera manifestación de la enfermedad se acompaña con cifras de glucemia muy por encima de las que habitualmente justifican la indicación de sólo dieta y actividad física, o el agregado de hipoglucemiantes orales.
Dos palabras de advertencia
Al comentar novedades como esta (publicada en la revista Lancet) es necesario expresar simultáneamente un par de advertencias que los pacientes y sus familias deberían considerar. En primer lugar, se trata de opciones terapéuticas que su médico clínico, en conjunto con el especialista, considerarán en cada paciente en particular (no todos los casos son iguales…); en segundo lugar, el papel protagónico más importante del paciente afectado no es el de decidir por un tratamiento farmacológico u otro, sino el de participar, a conciencia y responsablemente, con un plan de alimentación equilibrado, un sistema de ejercicios físicos (adaptado a las posibilidades de cada uno) y los tratamientos y controles glucémicos recomendados por el médico.
Converse con su médico estos puntos, ya que él será el más indicado para señalarle, en su caso particular, qué alternativa de tratamiento es la más conveniente.
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